sábado, 21 de agosto de 2010

Ser solitario

Quien mira hacia fuera, sueña; quien mira hacia dentro, despierta. – Carl Jung


Siempre he sido una persona introvertida, algunas veces más y en otras menos; las personas extrovertidas me asustan en algunas ocasiones, y yo a ellos también los incomodo.

La introversión no es necesariamente un mal hábito o una deficiencia emocional, es sencillamente una manera de entender el mundo y vivirlo, para algunas personas. El introvertido y el extrovertido no son forzosamente opuestos, sino complementarios. El primero necesita ser antes de hacer, y el segundo hacer para poder ser; esto quiere decir que el introvertido se conoce a sí mismo antes de actuar en el mundo, y el extrovertido se conoce a sí mismo a raíz de actuar en el mundo. El primero responde a su interior y el segundo al exterior.

Todos nos hemos sentido alguna vez vacíos; nos ha movido una urgencia por encontrar significado en la vida, por ser parte de algo grande, por trascender, servir o dedicar la vida y energía propias a la asistencia de alguna autoridad (para ciertas personas la autoridad puede ser uno mismo), terrenal o espiritual. Somos animales religiosos, como diría Carl Jung.

Somos parte de una civilización moderna llena de ansiedades y miedos, y la noción de que somos animales solitarios se ha vuelto un cliché: Enmascaramos nuestro aislamiento, pretendemos que somos una unidad o que estamos en contacto usando redes sociales, perteneciendo a equis o ye grupo con tal o cual estatus social; sin embargo, cuando nos encontramos en un tren, parados en medio de docenas de personas desconocidas, ni siquiera nos atrevemos a mirarlas, sonreírles o iniciar una conversación.


Un verdadero periodo de introversión es saludable, regularmente la imaginación y la vida creativa se despiertan. Si no tenemos compañía, lo que tengamos alrededor se convierte en ella, nos relacionamos con nuestros objetos, nuestras mascotas; las actividades creativas alzan el vuelo. En esta era no tenemos muchas oportunidades de introversión debido a las grandes ciudades, a tener que compartir la oficina, el auto, la vivienda, etcétera; pero no es una mala idea propiciarla, a final de cuentas estamos siguiendo un patrón rítmico y circular de la introversión a la extroversión. Siempre necesitaremos estar a solas después de estar entre multitudes, nos alivia poder hacerlo. Igualmente después de disfrutar de una etapa solitaria, experimentamos la necesidad de rodearnos de personas.

Se pueden buscar respuestas a nuestros conflictos internos por medio de dedicarnos un tiempo a nosotros mismos, el ejercicio de los sueños ayuda bastante. Si no obtienes soluciones por ti mismo, ¿en dónde más las puedes encontrar?

Piensa en El ermitaño, una figura arquetípica del hombre sabio y viejo, aquel que aparece en medio de la oscuridad cargando su lámpara de aceite, iluminando lo suficiente para ver su propio camino y para guiar a los que se han perdido. Así como él, todos los demás andamos buscando un camino que nos lleve a las respuestas, al tesoro que codiciamos; y también debemos andar en soledad para poder escucharnos. 



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