domingo, 25 de julio de 2010

Explicando señales de magia

Desde el momento en que me conecté concientemente con mi lado mágico (o mi lado que cae redondito seducido en la magia) me comenzaron a llover señales por todos lados. Aquí he decidido contarles una:


Recién había encontrado varios libros sobre magia, sincronicidades y brujos, los estuve leyendo y comentando con mis amigos cercanos con quien comparto el interés. Parecía que uno de los libros, escrito especialmente por alguien considerado (por la mayor parte de la gente) como peligroso, se dirigiera personalmente a mí.


Los párrafos narraban experiencias parecidas a mi vida diaria y algunos de los mensajes eran, según yo, obvias respuestas a las preguntas que me estaba haciendo respecto a mi papel en la magia. Tenía miedo, igual que se le teme a cualquier cosa desconocida, sobre todo si no es científicamente avalada ni socialmente aceptada en las naciones cristianas. Me daba miedo meterme más al fondo de una cueva de la que a lo mejor no iba a poder salir, pensaba yo que a lo mejor terminaría entendiendo cosas para los demás inexplicables, cambiaría mis hábitos, mis amistades y relaciones familiares de golpe, y no sé cuántas cosas más que parecían amenazantes. Qué tal que no era yo sólo alguien atraído por el tema del ocultismo sino alguien sobre quien caerían responsabilidades gigantezcas que cambiarían absolutamente todo en mi vida, mis planes en mi carrera, mi pareja y más.


El día en que tuve más duda que nunca, salí a la calle. Debía salir por cuestiones de trabajo y tomé el tren al norte de la ciudad. En el trayecto seguí leyendo las líneas del libro previamente subrayadas por mí, lo que más me llamaba la atención y me causaba tal adrenalina. Al cambiar de tren, parada en la estación miré al cielo y a la ciudad entera, confronté mi miedo y dije en voz alta: Dame una señal.


No sé a quién le estaba pidiendo la señal, si al mundo o a quien se dirigía a mí en líneas en el libro, persona que ni siquiera vive aún. Seguí mi camino y al llegar a mi trabajo, después de saludar a las personas que allí estaban, al caminar hacia un patio viejo lleno de escombros en donde casualmente jamás me gusta meterme por si las arañas y los moscos, encontré un pedazo de alambre colgando del techo, enredado en plantas y telarañas. No demoró más de 1 segundo en revelarse mi nombre, mi nombre que ustedes no conocen pero les puedo decir, no es un nombre común. Los alambres y una ramita seca formaban las letras de mi nombre. Pensé que ahora sí me la había chutado de café y de tanto pensar, pero al llamar rapidamente a mis compañeros, todos leyeron mi nombre sin dificultad, ni siquiera tuve que decirles lo que había visto cuando ya todos estaban anonadados viendo mi nombre claramente en semejante escenario.


Según mi parecer, estas señales no son otra cosa que sincronicidades. Las sincronicidades, como para mí tienen mejor sentido, son lo que explicó Carl Jung alguna vez: la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal. Ejemplo? Hablar de una persona que no ves hace mucho tiempo y encontrártela ridículamente pronto.

La explicación vaga es que nuestro cerebro, y nuestra mente, funcionan dentro de nosotros igual que las leyes naturales afuera, sencillamente porque están hechas de lo mismo. Es por eso que somos capaces de medir ciertas cosas en el universo exterior, sin siquiera tener que viajar allá afuera, puesto que las leyes naturales de allá son aplicables acá dentro también, en las mismas circunstancias pero en diferentes niveles. Y eso precisamente explica por qué hay gente capaz de hacerse su propia buena suerte.


Seguido nos preguntamos por qué hay gente que siempre se gana cosas en la lotería, y por qué hay otra que por más que se esfuerza y trabaja nunca puede salir de su situación económica apretada? Por qué cuando nos obsesionamos con el sueño de alguna vez tener un deportivo convertible amarillo, vemos deportivos convertibles en la calle todo el tiempo? Todos juramos siempre ver señales que nos dicen o recuerdan cosas que nos dan vuelta el pensamiento de maneras intensas. Aquellos que se clavan con la física, resuelven una ecuación que les quiebra la cabeza mientras sentados en el restaurante, con la moral hasta el piso y la desesperación de no poder razonar, mirando el humo de su cigarrillo encuentran de manera simple las respuestas a cosas complejas.


El día que detenemos nuestro pensamiento para decir, Esto es lo que quiero hacer con mi vida, Quiero trabajar acá, Quiero estudiar allá, Quiero un proyecto así, Quiero una casa asá; a partir de ese día pareciera que todo lo que nos rodea nos dice por dónde empezar, qué incluír, etcétera. A la gente que le va bien le pasa lo mismo, no pierde tiempo usando sus errores recién cometidos en echarse la culpa, algo que es obvio, sino sigue caminando pensando en las posibles señales que pueda encontrarse para salir del mal paso.


Me tomó varios meses entender que la señal que encontré venía de mí misma. Y me tomó esfuerzo comprender que no significaba que soy alguien especial escogido por la casualidad y por un brujo muerto que escribió libros para que yo los leyera. Yo misma, como todo el mundo, siendo "incapaz de realizar milagro alguno" me disfracé del brujo (o me encomendé a él y al mundo entero enviador de mensajes y energías confusas) sin darme cuenta, para enviarme una señal a mí misma y realizar tal "milagro". Algo que el día de hoy llamo el milagro de haber enviado toda esa información psíquica a mí misma por medio de las palabras Dame una señal y haberlas convertido en realidad. Yo hice mi propia señal. Y el milagro es que yo, no creyendo en mí misma y mis poderes de realizar algo que realmente deseo, pude realizar ese deseo de confirmarme a mí misma que tenía el poder, como todos los demás también lo tienen, de modificar su realidad, de ver lo que quieren ver.

Semejante lección que me dejó, que
no soy escogida por alguien más ni por el mundo, sino por mí misma, a ser quien quiero ser. 


Esta foto ha sido tomada de este flickr. (Si es tuya y deseas que la baje de aquí, déjame un comentario en la entrada)

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