miércoles, 21 de julio de 2010

El Diablo en mi niñez

El Diablo representa al Mal, y el Mal no existe sin el Bien, (o por lo menos eso es lo que nos han enseñado la religión y otras disciplinas).

Desde que era yo niña, digamos unos 9 años de edad, el Diablo, o como lo quieran llamar (la tentación, el mal, etcétera), siempre llamó mi atención por sobre casi todas las cosas. En mi inocencia que ahora veo como una intuición, siempre quise ser "amiga del Diablo". No era lo que quizás estás pensando, no fui maldosa, tuve la misma cantidad de malas intenciones que buenas con la gente y los animales y lo que me rodeara, igual que otros niños. Sin embargo siempre me sentí muy atraída por aquello que mis padres y sus enseñanzas católicas llamaban el Mal.

Creo que lo que más reflexionaba sobre el Mal era que, en realidad, no podía ser completamente malo. De alguna forma entendía que donde había sombra era porque también había luz. La idea de El Diablo que yo me formé fue la de un pobre individuo a quien nadie quería. Yo también tenía la tonta idea de que nadie me quería, así que me sentía identificada.

Crecí en una familia y en un sistema religioso judeo-cristiano, me enrolaron a semejantes rituales como el bautismo, la primera comunión y la confirmación. Me hicieron temer de Dios, temer de renegar de él, temer de ir al infierno si le repudiaba y no me arrepentía de verdad. Y yo pensaba, cuando tenía unos once o doce años, que no debía insultar a Dios ni en pensamiento porque después, qué tal si no lograba arrepentirme a la hora de mi muerte? Cuidar cada mínimo pensamiento se convirtió en una obsesión.

A pesar del temor de Dios yo seguía tratando de hacer migas con El Diablo, y francamente esta actividad me inundaba de una tremenda satisfacción, me hacía sentir una santa. Pensaba yo que, debía ser mediador entre el Bien y el Mal dentro de mí, porque no soportaba que dos voces con diferentes opiniones (ahora entiendo esas voces eran 1. El razonamiento de mis padres y 2. Mi propio razonamiento), entraran en conflicto. Tanto el Bien representaba un papel tan importante como el Mal, su enemigo, tenía que entrar en acción todo el tiempo, en cada segundo de mi existencia.

Este fue mi primer acercamiento a los misterios, y a tratar de explicarme su papel en mi vida. La religión, no como institución sino como disciplina del espíritu, fue mi primer encuentro con lo desconocido, lo impalpable, lo oculto, lo indecifrable, lo inombrable, lo que se siente pero no se ve. Me empeñé en ser amiga del Diablo.

The soul of man is naturally religious. Like the sex instinct, the religious drive aims to unite the opposites.

(Esta fotografía la encontré en este flickr, no es de mi autoría. Si no quieres que use tu fotografía, por favor envíame un correo)

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